No sé si fue en el E3 de 2014 o 2015, no recuerdo, pero sí recuerdo que Nintendo presentó The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Tanto para WiiU como para su máquina que aún tenía que llegar y que acabó llamándose Switch. Recuerdo que tras el anuncio, redes sociales como Twitter se llenó de comentarios vergonzosos de gente defendiendo a Nintendo y de gente atacando a Nintendo. Todos los tópicos de siempre: que si no innovan, que si explotan sus sagas y que si siempre lo mismo se enfrentaban a otros comentarios de ahora os compraréis una WiiU, Nintendo se la ha vuelto a sacar y los que criticáis a Nintendo os estáis muriendo de envidia. Un servidor, ajeno a todos esos comentarios, en mi opinión estúpidos, vanos e innecesarios, no podía prestar atención a otra cosa que no fuera a ese juego en movimiento. Era lo que merecía la pena, mirar lo que se nos venía encima. Daba igual para qué plataforma saliera, si era de una compañía u otra, daba igual todo menos las sensaciones que The Legend of Zelda Breath of the Wild transmitía en ese momento.
Y llegó, al igual que Twilight Pricess, para dos sistemas. Igual que antes, estrenando el sistema nuevo y cerrando el ciclo de vida del anterior. Usases el sistema que usases, despertabas dentro de un santuario, sin recordar nada y medio desnudo. Tenías una piedra que metes en un dispositivo y se activa, pero no recuerdas qué es esa piedra.Tras caminar unos pasos estabas fuera. Y entonces, te das cuenta de que Hyrule nunca había sido tan grande, ni tan bonita, ni con tantas posibilidades.
LO MISMO, SÍ. PERO TAN CAMBIADO QUE PARECE OTRA COSA.
Y es que los viejos del lugar, que conocen bien la saga, no tardan mucho en hacerse con el manejo de Link. Tampoco es que sea complicado, pero el control y las posibilidades no ofrece nada nuevo que no hayamos visto en entregas anteriores. Eso sí, todo está tan cambiado que aunque veas el castillo de Hyrule, envuelto en oscuridad al principio, la región de los Zora, la de los Gerudos y todas las demás, tienes la sensación de ver algo nuevo y por primera vez. Una vez completes la introducción en la que hay que resolver puzzles pequeños y activar tres templos, sales a campo abierto, te das cuenta realmente del mundo colosal que te espera y al llegar a la Aldea Kakariko, empiezas a enterarte de cosas.
GANON. CIEN AÑOS. LOS CUATRO ELEGIDOS Y LAS BESTIAS DIVINAS.
Nos enteramos, entre otras cosas, que hace cien años hubo una batalla en Hyrule que acabó con el rey, que capturó a la princesa y que eliminó a los cuatro elegidos que se encargaban de protegerla a los mandos de las cuatro bestias divinas. Ganondorf Dragmire fue el encargado de sumir a Hyrule en la oscuridad que la gobierna y la ha gobernado los últimos cien años. En Kakariko, Impa da a Link varias nociones sobre lo que ocurrió, le revela que él es uno de los guardianes que debían proteger a la princesa Zelda y que Hyrule lleva cien años esperando su despertar. También le cuenta que la piedra que activó las tres torres del principio es la piedra Sheikah y nos cuenta más cosas sobre ella. Incluso nos da pistas sobre cómo podemos mejorarla y cómo encontrar a quien puede hacerlo. Ya tenemos la información que necesitamos. Ahora toca despertar a las cuatro bestias divinas y activar las 15 torres de zona que hay repartidas por el reino de Hyrule.
UNA DELICIA VISUAL. UNA MARAVILLA SONORA. UN CIELO JUGABLE.
Switch, y ya no digamos WiiU, juegan en otra liga. Eso lo sabe hasta el que diseñó las máquinas. Pero eso no quiere decir que esa ligar sea menor o mejor que otro tipo de ligas. The Legend of Zelda Breath of the Wild no raya gráficamente al nivel de otros títulos para sistemas más potentes, sea consola o sea PC. Pero es no significa que el juego luzca de una manera perfecta. Transmite todo lo que tiene que transmitir y más aún. Dan ganas de guardar algunas escenas y colocarlas como fondo de escritorio o como imagen de tu perfil de las redes sociales. Un servidor mismo se ha quedado 30 segundos sin mover nada, simplemente contemplando la belleza del decorado o el juego de luz cuando se está haciendo de noche.
Las melodías son otro de los puntos fuertes del juego, aunque es cierto que una vez estás en plena acción pasan un poco desapercibida por la absorción que el juego produce sobre tus sentidos. Queda como un murmullo que acompaña perfectamente el camino y que adquiere grandeza si te pones a escucharla cuando estás haciendo otra cosa. El juego en sí es demasiado grande, absorbente y hermoso y la melodía acompaña perfectamente pero puede pasar desaperciba en momentos puntuales.
El control de Link es fluido, exacto y preciso. Guiarlo por Hyrule es una sensación casi nueva. He probado muchos videojuegos a lo largo de mis cuarenta años y lo que he sentido con este Zelda es algo que no había experimentado antes. No me refiero a nivel general, hay juegos más emotivos o más intensos, pero no hay juegos que transmitan tanta paz y te hagan formar parte de su mundo. Y si los hay, pido disculpas, yo no los he probado. Recuerdo unas declaraciones de Shigeru Miyamoto en el lanzamiento de Wind Walker en las que decía que solamente mover a Link era divertido. Y tenía razón, mover a aquel Link de dibujos animados con el mando de Gamecube ya era una experiencia divertida. The Legend of Zelda: Breath of the Wild también es divertido solo con moverlo. Y además es bonito, es emocionante y hasta catártico.
MAZMORRAS O TEMPLOS.
He leído por ahí opiniones de gente que dice que Breath of the Wild rompe con la esencia de Zelda porque tiene menos mazmorras y han sido sustituidas por muchos templos que son los que proponen los puzzles que son característicos de esta saga. Hay cuatro mazmorras que siguen con lo propuesto en entregas anteriores. Las cuatro bestias divinas son cuatro mazmorras gigantescas en los que hay que jugar con las plantas, volver a la anterior, activar un mecanismo y volver a la primera para seguir avanzando. Zelda en estado puro. Zelda de toda la vida.
Los templos, creo recordar que eran 150, proponen otros puzzles, pero no son menos ingeniosos. Se pierde el tener que activar el interruptor de la segunda planta para que la primera deje descubierta alguna puerta, pero se gana dinamismo y velocidad a la hora de avanzar. En los templos conseguiremos esferas que nos permitirá llenar los contenedores de corazones y la barra de resistencia para poder subir montes o volar con la paravela. A mí personalmente no me ha desagradado esta propuesta, me ha parecido dinámica y la gran cantidad de templos que hay compensa la cantidad de tiempo que se tardaría en resolver los puzzles de las mazmorras. Eso sí, si eres de los que aman la saga Zelda por sus mazmorras, este Breath of the Wild quizá te sepa a poco. Si eres como un serviedor, que ama Zelda por lo que es, por su puesta en escena y por su leyenda, tras completar este título solo sentirás la tristeza que se siente cuando algo impresionate se termina y tienes la certeza de que difícilmente vivirás algo parecido.
NO FALTA NADA.
Bueno, sí, las mazmorras clásicas que se han reducido a las cuatro bestias divinas. Pero por lo demás, está todo. Todas las razas, todas las zonas, la princesa cautiva y todo lo que puede utilizar Link en su camino hasta Gannondorf. Tengo la sensación de que en este título hay más implicación con las razas. Todos conocen a Link de antemano, él era uno de los guardianes que debían proteger la princesa junto a los cuatro elegidos, uno por cada raza: Mipha, de los Zora, Urbosa, de las Gerudo, Daruk, de los Goro y Revali, de lor Orni. A lo largo del juego se irán sucediendo escenas con estos personajes, todas emotivas, algunas prepotentes en apariencia pero que luego se comprende la razón que tiene cada personaje para comportarse como se comporta, otras cómicas (Daruk, eres el mejor) y todas de una belleza superlativa. No echarás en falta nada del contexto de Hyrule, ninguno de sus habitantes está excluido. Aquí están todos, hadas incluso. No falta nada y suma todo. Todo lo que da de sí tener que encontrar 900 semillas de kologs esparcidas por el mapa gigantesco de Hyrule. Si a cero le sumas 900, da mucho. Pero no se empieza desde cero, Zelda traía ya un bagaje de un número de muchas cifras
CONCLUYENDO
En una época donde los juegos que más éxitos tienen son los enfocados al multijugador en línea, The Legend of Zelda: Breath of the Wild es una caricia que te invita a evadirte de tu contexto personal y te invita a entrar en Hyrule para quedarte mucho tiempo. En la cuenta de Switch de un servidor aparece más de 495 horas. Es cierto que mi niña le ha echado muchas horas, ella disfrutaba simplemente asando manzanas y vendiéndolas en el poblado de los ornis, pero también es cierto que encontrar las 900 semillas, los 150 templos y cada uno de los secretos hasta que el juego te diga que has completado el 100% de la historia, lleva mucho tiempo. Y digo yo, si después de echarle esas 500 horas aproximadamente el juego no te ha cansado y lo sigues recordando con tanta fascinación, que además el corazón te dio un vuelco cuando el E3 reciente se anunció su segunda parte, debe ser porque es algo extraordinario. Puedo contar con los dedos de una mano los juegos que no me importan que hagan todos los "remasters" que sean necesarios para que nadie se los pierda, y sin duda alguna, The Legend of Zelda Breath of the Wild es uno de esos juegos que todo el mundo debería de probar nazca cuando nazca. No sé muy bien hacia donde tirará el futuro de esta industria ni las máquinas que Nintendo sacará en el futuro, pero si sé que salga lo que salga, en el formato que salga, este título debería de estar dentro de su catálogo.
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